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El éxito es cosa de todos
El mejor punto de partida de toda iniciativa es encontrarse con “lo positivo” y la mejor actitud en el o en los protagonistas de esa iniciativa es la de aquel o aquellos que tiene una firme cultura del sí.
Desde lo positivo y con el sí se es capaz de tener grandes sueños, de entrar en maravillosas aventuras, de encontrar sabias soluciones, de provocar esperanzadoras iniciativas y, en definitiva, de hacer un hermoso y largo camino.
Como es lógico, esta postura es la opuesta a la de los pesimistas, la de aquellos que ven primero lo negativo y que se encierran en una empobrecida cultura del no. El mayor provocador del no es el miedo, convirtiéndose en el gran freno para los planes y proyectos.
La vida ha de estar llena de iniciativas, pues de lo contrario nos quedamos en la rutina y nuestro accionar se vuelve monótono y, muchas veces, infecundo. Las iniciativas muestran la capacidad de creatividad y la riqueza de producción que hay en nuestro interior.
Toda iniciativa exige ser atrevido, es decir, ser capaz de elegir el sí, en vez del no. Ser atrevido es pasar del sí quiero al sí me atrevo. Es aquí donde se abren puertas de manera real, confiando en que hay detrás de esas puertas un futuro esperanzador. Los grandes atrevimientos son los que marcan los caminos de los ideales de las personas. Aunque hemos de saber que las grandes metas se consiguen haciendo camino mediante los pasos de las pequeñas decisiones.
Para atreverse hay que ser decidido, generando, de este modo, el camino vocacional de todo ser humano. “La decisión es tuya” es el lema que está ocultamente inscrito en cada acción. De este modo, la mayor parte de las iniciativas, y sobre todo las más importantes y decisivas, suelen ser las vocacionales. Es muy importante ser protagonista al tomar decisiones en el camino vocacional.
Triunfar es la meta de las personas y de las instituciones, y la verdad es que todos queremos triunfar. En nuestro mundo el triunfo suele ir muy identificado con el éxito. Podemos definirlo como el resultado feliz de una persona o de una entidad en una acción o en un hecho emprendido.
El mejor producto del éxito es la felicidad y la felicidad se origina siempre en el interior. Para que esa felicidad sea auténtica es necesario que el producto obtenido, consecuencia del éxito, sea un bien para los demás, comunicando la felicidad, ya sea de la persona o de la identidad, al exterior que nos rodea.
Por eso hemos de tener cuidado con los falsos éxitos, pues no hay ni triunfo ni éxito si no es un triunfo y un éxito de todos, porque en definitiva la vida tiene su base en el amor y amar es sencillamente ser un don para los demás.
Como consecuencia podemos decir que las iniciativas que tomemos en nuestra vida como consecuencia de nuestra vocación y que nos exigen ser atrevidos y decididos, nos llevarán al éxito y nos podremos sentir felices pero solo si fundamentamos todo en el amor.